La imagen real de tantas cosas ha traído seguridad y certeza a las palabras de Manuel Aragón que, en este momento, quiero recordar y compartir contigo: «Un Estado Constitucional precisa, para su mantenimiento, de una cultura juridíca constitucional, que deberá presidir la elaboración y aplicación del derecho, y la teorización y transmisión de los conocimientos jurídicos. Sin profesionales técnicamente preparados para cumplir con las exigencias juridicas que la vigencia de la Constitución impone, es muy difícil que la Constitución «valga», es decir, que sea una norma aceptada, respetada y apreciada por los ciudadanos».
Ahora me pregunto, ¿por qué no pasamos de la invocación a la realización cuando ya conocemos el camino para el mejor logro? ¿Será que de verdad queremos seguir viviendo con el desolado deseo de escondernos detrás de ciertas y acomodaticias etiquetas y no con la urgencia de correr las cortinas de la apariencia constitucional para iluminar todos los espacios del nuevo Estado?
Tal vez todo sea por los altaneros dominios del poder que siempre ha pretendido acallar la voz de los baquianos.